domingo, 2 de abril de 2017

Sistema de dominación y desigualdad social en el Imperio Azteca.


En México, durante muchos años se ha tratado de construir una identidad nacional para lo cual han existido diferentes puntos de vista. Entre estos hay dos que nos llaman la atención. El primero es la que se nos ha tratado de imponer desde la invasión española en el siglo XVI, es decir, una forma occidentalizada de ver el mundo, y por ende, la forma de organización, social, política, económica basadas en el imperialismo, el capitalismo y la globalización. Durante 500 años  hemos basado nuestra organización como sociedad dentro de este marco, desarrollando con ello una forma injusta y desigual de organización en donde unos pocos poseen en propiedad los medios de producción, desde las tierras, hasta la mano de obra que ha sido rebajado por los grandes capitalistas a simple mercancía, misma que hoy llaman “capital humano”.
Este sistema de explotación no puede seguir dominando la vida social de los mexicanos. Es tarea de nosotros, buscar alternativas  para destruir la base donde se ha establecido el sistema capitalista y buscar alternativas que nos lleven a la construcción de un sistema más equitativo con oportunidad de que todos sin excepción cuenten con los elementos necesarios para tener una vida digna.
En esta búsqueda de identidad, algunos autores como  Antonio Velasco Piña en Su libró Tlacaelel, han intentado resaltar un pasado glorioso de los mexicanos partiendo del Imperio Azteca y buscar en nuestras raíces prehispánicas la formula para conformar nuestra identidad nacional. Sin embargo creemos que en esa obra, se han olvidado de mencionar al pueblo azteca y se ha elogiado a la élite política, justificando la guerra, aprobando la existencia de un grupo de sacerdotes, monarcas, nobles y comerciantes ricos de carácter elitista, despótico, imperialista e incluso racista.
Por lo anterior nos preguntamos ¿Es la organización azteca la fuente para buscar una identidad nacional?  Ó ¿Será que la forma de organización en el imperio azteca,  representa un sistema más de dominación y desigualdad social? Pensamos que aunque muy distinta al la forma de organización capitalista, la organización social, política y económica azteca no dejan de representar la injusticia, la explotación y la dominación de unos cuantos sobre la gran mayoría. Recordemos que el imperio azteca no cayó solo por la invasión de 500 españoles con caballos y unos cuantos cañones, sino por el odio y el aborrecimiento que tenían los pueblos aledaños como Tlaxcala, Chalco, Xochimilco, Chiapas, Michoacán, y los llamados chichimecas al norte,  que los aztecas  habían intentado someter  bajo el mando de Tlacaelel e Izcóatl.
Cabe aclarar que en este trabajo no haremos un análisis del sistema capitalista impuesto por Occidente, ni mucho menos incluiremos a las diferentes civilizaciones mesoamericanas prehispánicas, sino que el análisis se enfocara al Imperio Azteca. Y para evitar confusión, es importante mencionar que la crítica que hacemos va enfocada específicamente al sistema de gobierno azteca y no contra las poblaciones prehispánicas que aun en la actualidad siguen coexistiendo y luchando por sobrevivir.
1. El origen de la monarquía
1.1. La sangre de Quetzalcóatl y el racismo de los monarcas.
Un dato interesante es aportado por Guillermo Margadant quien menciona que a finales del siglo XIV los aztecas eran mercenarios del gobierno despótico  de Azcapotzalco, dirigido por Tezozomoc, ayudándolo en la derrota y sometimiento del pueblo de Texcoco en 1418. Después de la muerte de Tezozomoc,  en 1426,  Tenochtitlan toma la iniciativa para cambiar su estrategia aliándose con Texcoco en 1429 y destruyendo en conjunto con Tlacopan (Tacuba)  al imperio de  Azcapotzalco en 1430.
De aquí debemos observar que la movilidad de las alianzas políticas de los aztecas se basaba en la conveniencia de sus gobernantes, nos deja ver con claridad que las alianzas eran estrategias políticas y militares para la obtención de poder, y  está lejos de la visión unificadora que se nos presenta en el libro de Tlacaélel: “El portador del emblema sagrado expuso, con el vigor y la energía que le eran característicos, las bases y lineamientos de su ambicioso proyecto: La unificación del genero humano con el objeto de lograr un desarrollo más acelerado y armónico del sol”.
Otra situación que no debemos pasar por alto, es la relación que hubo entre los primeros tlatoanis aztecas con la nobleza de linaje tolteca (muy importante a pesar de que el imperio tolteca había dejado de existir). Acamapixtli, descendiente de un jefe azteca y de la hija del rey de Culhuacán (mismo que tenía reputación de ser descendiente de Quetzalcóatl) fue nombrado Tlatoani en 1383. Acamapixtli recibió por esposas a muchas hijas de  los jefes de los calpullis,  la sangre de Quetzalcóatl se transmitió a algunas capas no pertenecientes a la realeza, pero que dieron origen a una clase de nobles con prestigio y poder reafirmado por ser portadores de la sangre de Quetzalcóatl.
El poder monárquico pasó a Huitzilihuitl, quien a su vez lo transmitió a Chimalpopoca, producto de su unión con una hija nada menos que del poderoso rey de Azcapotzalco, Tezozomoc. Chimalpopoca fue mandado asesinar por Maxtla, el sucesor de Tezozomoc poniendo fin a la primera fase de la monarquía azteca en donde el poder monárquico era transmitido a su hijo predilecto, no necesariamente al mayor
En esta parte debemos observar la importancia que los reyes daban a la raza y a la sangre del linaje de Quetzalcóatl,  situación que llevó a la creación de una clase de nobles con genes superiores a los de los indígenas comunes que trabajaban en los calpullis.  Dejando claro que incluso dentro de la sociedad indígena existía el racismo desprendido de la importancia de pertenecer a un linaje sanguíneo específico. Esto se tradujo en el hecho de que pertenecer a ese linaje derivaba en privilegios económicos y de superioridad en la conformación de una estructura social.
1.2 Llamado a la guerra por la muerte de un monarca.
La muerte de un descendiente de Quetzalcóatl derivó en una guerra contra Azcapotzalco, lo cual nos lleva a pensar que hizo falta una ofensa contra la clase gobernante para dar inicio a una rebelión. La gente del pueblo dio su sangre  “inferior” para salvar la reputación de la sangre “superior” de la monarquía. Es decir, el pueblo azteca, sometido al pago de tributo y a la explotación de su trabajo, había existido bajo esas condiciones,  sin que ello fuera causa de una rebelión, pero bastó la muerte de un monarca para comenzarla.
Moctezuma fue el encargado de incitar al pueblo a la rebelión  dando el siguiente discurso:
“Los tepanecas han dado muerte a nuestro rey, manifestando así el desprecio que sienten por nosotros y en lugar de responder  a semejante afrenta como auténticos guerreros, perdéis el tiempo como lo hacen los niños: lanzando piedras y profiriendo insultos. ¿Es que habéis perdido el juicio? ¿No comprendéis que no solo peligra la ciudad que con tan grande esfuerzo edificaron nuestros abuelos, sino que incluso la existencia misma del pueblo de Huitzilopochtli de halla en peligro?
Con este llamado, pero con la aprobación de Izcóatl y Tlacaélel,  el pueblo organizó la rebelión y dio inicio la guerra contra Azcapotzalco. Tras la victoria de los aliados se dio el inicio de una nueva organización política, social y económica. Pero no solo se libraron del yugo de los tepanecas, sino que tomaron su lugar en cuanto al dominio territorial  y no conformes con eso, se lanzaron contra los pueblos aun independientes, los sometieron y los incluyeron dentro del nuevo imperio. Los límites de los territorios invadidos lo marcó el poderoso pueblo tarasco ubicado en lo que hoy es Michoacán, y la frontera con las tierras tlaxcaltecas, que tampoco se dejaron someter.
2. La clase política en la conformación  del imperio
2.1 El poder concentrado en una familia y el racismo de Moctezuma II
El sucesor de Chomalpopoca no fue un personaje lejano a la familia real, mucho menos se trató de algún ciudadano, o jefe de algún calpulli. Se trataba nada menos que de Izcóatl, hermano de Huitzilihuitl, el padre de Chimalpopoca. 
Bajo la dirección de Izcóatl, se formaliza la triple alianza, Texcoco, Tlacopan y Tenochtitlan. Y se da inicio a una serie de importantes reformas. La primera reforma fue la creación de la nobleza pipiltin cuyos miembros tenían derecho a la propiedad privada sobre la tierra, situación que analizaremos más a delante.
Con Izcóatl a la cabeza y con emperador que le sucedió, Moctezuma Ilhuicamina, surgió la figura de un poder adyacente, que cogobernaba a la par del Huey tlatoani, fue así que se nombró a Tlacaélel como cihuacoatl. Dicho personaje sería muy conocido y renombrado, sin embargo tampoco se trataba de un ciudadano que hubiera ascendido por sus logros o méritos, sino que pertenecía al mismo linaje al ser hijo de Huitzilihuitl, sobrino de Izcóatl, medio hermano de Chimalpopoca y hermanastro de Moctezuma I.
Después de Moctezuma I,  se presentó un conflicto, ya que reclamaban el trono los descendientes de Huitzilihuitl y los de Izcóatl, la solución se dio creando un sistema de electores nobles, de familia real que junto con los reyes de Texcoco y Tlacopan (ya ligados por matrimonio a la familia real azteca) decidirían cuál de los descendientes se haría cargo del trono cuando éste quedara desocupado. De esta forma, se eligió a un hijo de Izcóatl, Tezocomactzin. Bajo el mismo sistema, reinarían sucesivamente tres hijos de ésta último, o sea, Axayacatl, Tizóc y Ahuitzitl. Luego sube al trono Moctezuma II, Hijo de Axayacatl. Tras la invasión española, y la muerte de Moctezuma II, le sucede Cuitláhuac y le sigue Cuauhtémoc, el último rey azteca. 
La dominación por parte de una élite de gobernantes se vio mucho mas marcada en el periodo de Moctezuma II, quien reorganizó el sistema estatal  con una base jerárquica de la sociedad, lo que le permitió nuevas formas de control político y administrativo. Esta centralización de poder, permitió  que el gobierno de Tenochtitlan se realizara de forma despótica. El investigador Carlos Santamarina lo menciona de la siguiente manera:
“Moctezuma II quería poner nuevos oficiales, así en el servicio de su casa y persona, como en el régimen de provincia y reino para mudar a todos  los que su tío Ahuizotl había puesto y de los que se había servido […] quería servirse de otros tan buenos como él [...] porque de ellos se quería servir y no de la gente baja[…] y que entre ellos no viniese ningún bastardo […] porque como fuese hijo de mujer baja o esclava, siempre tendría así resabio acudir a la bajeza de la madre, y que no lo quería en su servicio. Sino que además de ser hijos de señores, fuesen legítimos e hijos de señoras muy principales y de sangre muy limpia”.
Está claro que el poder hegemónico mexica, se concentró desde su inicio en una sola familia, se basó en la idea de que se portaba sangre noble heredada por el mismo Quetzalcóatl. Lo anterior derivó en que los aztecas designaran durante todo este periodo, quien debía gobernar en Tenochtitlan y al mismo tiempo en las regiones invadidas.
De esta manera, se demuestra cierto desprecio por la clase trabajadora y se resalta la supuesta superioridad de la élite gobernante, lo cual justifica la  crítica al sistema de dominación azteca y a los autores como Antonio de Velasco Piña, quien a pesar de que los emperadores y el sumo sacerdote ya detentaban cierto racismo, los llena de gloria describiendo un discurso de Tlacaélel de la siguiente manera:
“Las palabras de Tlacaélel, pronunciadas con indescriptible energía, comenzaron a operar desde el primer momento un misterioso efecto en la multitud […] el verbo arrebatador del Azteca entre Aztecas continuaba haciendo vibrar a su pueblo y hasta a las mismas piedras de los edificios”
Esta descripción un resulta un tanto exagerada si analizamos la situación del autoritarismo que se vivía. Nosotros diferimos de la interpretación del autor ya que consideramos que el pueblo al estar sometido al mandato de un monarca y un sumo sacerdote, o tenia otra opción más que obedecer, acatar las palabras de Izcóatl y Tlacaélel no por que estuvieran vibrando de alegría, sino porque estaban temblando de miedo, ya que desobedecer a un monarca y a un sacerdote, era causa de muerte como veremos en el siguiente punto.


2.2 El autoritarismo de la clase gobernante.
Los tlatoanis y el  sumo sacerdote, o sea el Cihuacoatl, eran tan poderosos que no existía ley alguna que pudiera detener una decisión tomada por ellos no importando si iban contra las leyes naturales o contra el pueblo. Sara Bialostosky nos menciona el siguiente ejemplo: “Ahuizotl mandó que se sacrificaran varios niños, y se ordenó reedificar la ciudad repartiendo tierra a los pipiltin para edificar”. La causa fue una inundación que devastó la ciudad y que hizo creer al Cihuacoatl y al tlatoani que había que sacrificar niños para congraciar a los dioses.
El poder que detentaban los tlatoanis llegó a convertirse en un despotismo sin control, llegando a aplicar la pena de muerte por delitos menores. Se aplicaba tanto a macehuales que por emborracharse faltaban a trabajar, como a los mismos sacerdotes que descuidaban los rituales. Ningún hombre podía detener una decisión proveniente de  los tlatoanis, se dice incluso que Moctezuma II era tan temido que el pueblo no osaba ni siquiera mirarle a los ojos.
El hombre frente al Estado azteca no contaba con ninguna forma reconocida de inconformarse frente a los actos de autoridad o de abuso. Se cuenta con datos suficientes para afirmar que los particulares que se rebelaban contra el emperador, se les daba muerte públicamente, al guerrero que desobedecía a su superior se le degollaba, la misma suerte corrían los pochtecas que desobedecían las ordenes, a los macehuales que no portaban la vestimenta adecuada o que construían sus casas con material diferente al establecido, simplemente se les mataba.
La inundación por la cual se sacrificaron a varios niños no fue obra de la naturaleza, sino que fue un error de Ahuizotl quien en el periodo de (1486 – 1502) quiso traer agua a Tenochtitlan desde el vecino reino de Coyoacán. Y a pesar de la advertencia del tlatoani de ese reino sobre los riesgos de provocar una inundación, Ahuizotl no solo comenzó  los trabajos de irrigación, sino que mandó degollar al tlatoani de Coyoacán por haber dado consejo sin habérselo pedido. El cauce del rio destrozó la ciudad de Tenochtitlan tal como lo advirtió el gobernante.

3. La división de clases en el imperio azteca
3.1 Los nobles una clase privilegiada
Durante el reinado de Izcóatl y los subsiguientes tlatoanis, se acentuó enormemente la división de clases. Los privilegios se fortalecieron para los sacerdotes, para los guerreros de élite a quienes se les entregaba cierta cantidad de tierra de los pueblos invadidos por méritos de guerra. La nobleza (pipiltin)  contaba con vastas extensiones de tierra que era trabajada por esclavos  sin la necesidad de pagar nada. Si lo analizamos desde un enfoque marxista, diremos que la plusvalía era absoluta.
La educación también se separó, se crearon escuelas para nobles llamadas Calmecac y escuelas para la clase trabajadora Tepochcalli. Al Calmecac eran enviados los hijos de los nobles  donde recibían clases de religión y se les instruía para gobernar. En cambio en el Tepochcalli se educaba a los hijos de los macehuales para el trabajo en el campo y para la guerra.
A la llegada de los españoles, fue reconocido el rango de nobleza azteca, los llamaron “principales” y se les concedieron cargos de gobierno con algunos privilegios, sin duda menores a los anteriores, pero en algunos casos incluso se les permitió  tener esclavos desde la caída del imperio en 1521 hasta aproximadamente 1550. En casi todas las comunidades, los gobernantes se convirtieron en caciques conservando títulos y sus tierras. Se les permitía vestir a la española, usar espada, montar a caballo y usar el título de don; su poder económico les permitió dedicarse a la crianza de borregos, construir casas y amueblarlas.
Algunos indígenas nobles como don Martín Moctezuma, hijo del emperador Moctezuma II o “don”  Constantino Huitzimengari, sucesor de Calzontzin, el tlatoani de Michoacán. Pero el caso más notable es el de “don” Luis de Moctezuma, hijo de Pedro Tecahuepantzin, nieto de Moctezuma II, quien fue enviado a España donde se casó con Francisca de La Cueva. El hijo de estos se convirtió en conde de Montezuma.
3.3 La propiedad privada en el imperio
La diferencia de clases también se hace notoria en cuanto a la tenencia de la tierra, siendo el monarca el encargado de distribuir las tierras obtenidas de los pueblos invadidos. Existían las siguientes categorías: 1) Tierras del rey, los nobles y los guerreros 2) Tierras del ejército y los dioses 3) tierras del pueblo. En la primera, el tlatoani era quien  tenía la facultad de usar, gozar y disponer de la misma. Cuando se otorgaba a la nobleza, estas eran trabajadas por macehuales o esclavos y solo podían transferirse  de forma hereditaria o vendida entre los mismos nobles. A los guerreros se les daba tierra por hazañas y solamente se podían transmitir a sus descendientes.
3.4. La riqueza y el poder de los Pochtecas.
Entre los comerciantes que se desenvolvían en el imperio azteca, también había diferencias de clase. Unos eran comerciantes locales, otros se limitaban a un solo mercado, algunos otros hacían caravanas a territorios lejanos, pero ninguno de ellos obtenía tanta riqueza y tanto poder como si lo hacían lo pochtecas.
Esta clase de comerciantes fungieron como espías o como guerreros,  durante la existencia del imperio de Tlacaélel, Izcóatl y los sucesivos tlatoani. Ellos participaban en la invasión a otras poblaciones antes de la guerra, durante la guerra y después de la guerra. Ingresaban a los territorios enemigos supuestamente para hacer negocios, pero en realidad lo que hacían era informarse  sobre la mejor manera de atacar y conociendo los puntos vulnerables de dicha la ciudad. Incluso la muerte de alguno de ellos, era de utilidad a los aztecas, quienes tomaban el asesinato como “causa belli” para justificar su invasión en aquel territorio. Los derechos que esta clase obtenía por sus servicios al imperio eran  similares a los de la aristocracia militar, incluso gozaban de una especie de fuero, ya que ellos eran juzgados en sus propios tribunales. 
La opulencia, arrogancia y poderío de esta clase se contrasta con las clases mas bajas de la pirámide, tal es el caso de los  tememes o cargadores, quienes prestaban sus servicios a los Pochtecas  llevando sobre sus espaldas las mercancías que estos comerciaban. En promedio los tememes eran capaces de resistir 25 kilos cubriendo jornadas  de aproximadamente 25 kilómetros. Pero también los esclavos eran victimas de estos personajes bajo la protección del Estado, quienes podían ascender o adquirir mayor prestigio  demostrando el cúmulo de sus riquezas, para ello compraban la mayor cantidad de esclavos para destinarlos al sacrificio.
Se considera que  los Pochtecas representaban un grupo parecido al de la burguesía de industriales  y comerciantes  de la historia moderna, con privilegios que los colocaban casi a la par de la nobleza. Por tal situación, pienso que tenemos que ser cuidadosos cuando tratamos de emular la forma de organización prehispánica por el simple hecho de no llamarse capitalista, porque nos podemos encontrar con prácticas también desagradables, de explotación, donde unos ejercen poder sobre otros.

La expansión del imperio y el sistema de dominación
4.1 El militarismo y las invasiones
Una vez obtenida la victoria sobre Azcapotzalco en 1430,  Tenochtitlan se consideraba la natural heredera  de todos los dominios que antaño poseyeran los tepanecas así que se prepararon para comenzar la expansión y adhesión de otros pueblos, incluso de los que anteriormente permanecían autónomos de Azcapotzalco, tal es el caso de Chalco y Xochimilco.
“Izcóatl y Tlacaélel enviaron mensajes a los pueblos para unirse al imperio aceptando su poder hegemónico, Algunos de ellos consideraron que lo más conveniente era aceptar desde un principio la existencia de un nuevo centro hegemónico de poder, y optaron por acatar la autoridad tenochca, otros por el contrario se negaron rotundamente a reconocer la substitución de autoridad que intentaban llevar acabo los aztecas y se prepararon para la lucha […] las tropas de Moctezuma atacaron una tras otra las poblaciones rebeldes, derrotando en todos los casos  la resistencia en su contra”.
El poderío militar de los tenochca se hizo presente  en las invasiones realizadas a partir de la cuarta década del siglo XV.  Este militarismo se fue impulsado por Izcóatl y por Tlacaélel, así como la formación de una clase militar privilegiada y se reduce el sistema democrático con la supremacía electoral se dicha clase y el desplazamiento de los anteriores electores jefes de los calpullis. Guillermo Bonfil lo describe de la siguiente manera:
“Bajo el gobierno de Izcoatl y la figura de Tlacaélel se impulsaron las reformas a favor de la aristocracia militar […] y entonces comienzan los cambios que modifican a la sociedad mexica y colocan en una posición predominante a los representantes del poderío militar. Los guerreros reciben tierras de la vencida Azcapotzalco, en tanto que los macehuales no las reciben. Se pierde democracia en la sociedad mexica: los electores del Huey Tlatoani; que hasta entonces eran los representantes de los calpullis, son ahora los miembros de la aristocracia militar. 
De esta forma, los aztecas comienzan una larga serie de invasiones y campañas militares tendientes a someter  bajo su dominio  a poblaciones cada vez más alejadas de Tenochtitlan, los resultados eran casi siempre favorables.
4.2 El sistema de dominación azteca
En éste caso, lo que para algunos representa una unificación de imperio, para nosotros representa una invasión y una dominación para con los otros pueblos mesoamericanos. Según Weber, debemos entender por dominación:
“La probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos) […] Puede descansar en los más diversos motivos de sumisión: Desde la habituación inconsciente  hasta lo que son consideraciones puramente racionales con arreglo a fines. Un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en obedecer, es esencial en toda relación autentica de autoridad”.
De esta manera, la dominación existe al exigir a los otros pueblos obediencia en algunas cosas específicas como por ejemplo el pago de tributo, el acto de proporcionar soldados para las guerras o participar en las guerras floridas para aportar sacrificantes. Así, basándonos en la definición de Max Weber, lejos de ver una unificación imperial, damos cuenta de que se trata de una dominación. Más aún si a ello sumamos que la expansión tuvo como finalidad principal la economía, ya que la apropiación de tierras  y la imposición del tributo, fue consolidando la posición de la élite dominante y de los nobles.
La destrucción de los códices que los aztecas realizaron en detrimento de los pueblos invadidos fue uno de los métodos eficientes  para imponer so cosmovisión y de esta forma construir un nuevo orden hegemónico. Guillermo Bonfil nos lo describe asi: “Tlacaélel, el anciano sacerdote que ocupó largos años el cargo de Cihuacoatl, mandó destruir los antiguos libros para hacer pintar otros nuevos que contaran una historia adecuada para la gloria del pueblo mexica, el pueblo del sol” Este acto es una práctica muy parecida a lo que la Iglesia hacia en la Edad Media, o a lo que hicieron los españoles cuando invadieron  al continente hoy llamado Americano. La actitud es condenada, pero tratándose de los aztecas se intenta justificar cuando autores como Antonio Velasco Piña nos dicen que:
“En todas aquellas regiones que fuesen quedando bajo el dominio tenochca se procedería a la inmediata destrucción de los antiguos códices. El Azteca entre Aztecas  comprendía muy bien  que si bien esta era una drástica medida era necesaria para facilitar la difusión de los nuevos conceptos”
Por lo anterior diferimos del autor, y consideramos que un acto de esta naturaleza debe ser condenado de igual forma así provenga de la Iglesia, de Hernán Cortes, o de Tlacaélel.
Por ultimo cabe mencionar que en el concepto de autoridad y Estado, los cuales derivan del poder divino del mundo prehispánico, no se concibe una relación derecho-obligación entre particular y Estado, sino una relación de autoridad-sumisión, donde no se logra visualizar ningún medio de defensa del pueblo frente a los actos autoritarios.
Conclusión
En este trabajo hemos mostrado que el sistema político azteca no representa una alternativa para basarnos en ella y construir una identidad nacional ya que esta basada en el autoritarismo, en la explotación, en la guerra imperial, y en el sometimiento de la clase trabajadora.
Con la información que encontramos en las fuentes mencionadas podemos establecer un juicio más objetivo y correcto  sobre la civilización azteca y definir que al igual que muchos otros sistemas implementados en el mundo, se trata de una organización social que no podemos utilizar como paradigma para forjar nuestra identidad nacional.
Nuestra investigación nos llevó a definir el sistema político azteca con las siguientes características:
Gobierno despótico hereditario
Forma de gobierno autoritaria frente a un pueblo que no tenía a quien apelar ante as injusticias.
División de clases en donde una de ellas ejerce control sobre la otra (Pipiltin vs. macehualtin).
Existencia de clases privilegiadas  para el Clero, la Nobleza, y los Pochtecas. y la de clases oprimidas Macehuales, Tamemes, Esclavos.
Propiedad privada de la tierra (Tecpillalli), perteneciente a la nobleza y trabajada por esclavos, generando una plusvalía absoluta.
Aplicación de la pena de muerte por delitos menores como emborracharse o dar opinión  al tlatoani sobre algún asunto público.
Racismo de algunos tlatoanis frente a la clase trabajadora.
Política exterior expansioncita y belicosa.
Control absoluto sobre los ciudadanos.
Sabemos que Occidente no representa de ninguna manera un sistema igualitario capas de solucionar los problemas sociales, económicos y políticos, pero que en la búsqueda de alternativas para crear una identidad nacional, terminamos vanagloriando un sistema que a pesar de se diferente al Occidental en muchos aspectos, no deja de ser un sistema de dominación donde existe una clase política con carácter de hegemonía familiar,  racista y excluyente que privilegia a una clase noble sobre el resto de la clase trabajadora.
Nuestro pueblo debe construir una sociedad equitativa y una identidad nacional incluyente, pero debemos evitar caer en el mismo error de elogiar a la élite política y sus acciones en contra del pueblo. Si lo hacemos, terminaremos cayendo al igual que los europeos, en glorificar a quienes invadieron, sometieron, saquearon y exterminaron a otros pueblos.

Bibliografía
Bialostosky, B. Sara. (1972-1976) El hombre frente al Estado azcteca. Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM. México.
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Nieto Aráis, Héctor. (s/f). Antecedentes históricos de la propiedad en México. Conferencia impartida en la Facultad de Derecho de la Universidad de Morelos.
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Santamarína Novillo, Carlos. (2005). El sistema de dominación azteca: el imperio tepaneca. Tesis doctoral. Facultad de geografía e historia, Universidad complutense de Madrid.

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